Las ciencias, y sobre todo las llamadas duras o formales, suelen presentarse de manera extremadamente rígidas, al menos en los espacios de estudios anteriores a la universidad. Como si no hubieran sido los que se animaron a pensar un poco más allá los que lograron encontrar nuevos horizontes. Parece como si estos saberes fueran eternos e inmutables.
Me parece
indudable que las formas de presentación en cualquier área pueden hacerse más
próxima a las personas, sobre todo a las que están en plena capacidad de absorción.
Esto es, a los niños y adolescentes, no se les debe mostrar como una carga
pesada para repetir conocimientos. En cambio se les debe dar la capacidad de aprehender,
que gusten de razonar y pensar, que puedan enamorarse de cualquier forma de
conocimiento y ellos puedan elegir cual prefieren seguir.
Por ejemplo la
música se enseña mayoritariamente de forma recreativa, y esto trae dos
consecuencias. La primera es que no se le da la real importancia que tiene. La
segunda es que muchos niños o adolescentes la eligen simplemente porque se les
muestra de una forma diferente a otros conocimientos.
Nunca se me hubiera ocurrido que el número uno podía tener historia narrable, menos aún que podía contarse de manera tan entretenida. Pero el director Nick Murphy y el cómico Terry Jones (en una producción de la BBC) demuestran una vez que las ciencias duras pueden ser divertidas, solo hay que pensar en cómo se presentan.
A continuación el documental en español.
Y el original, en inglés.
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